jueves, 2 de septiembre de 2010

Cortázar y el lenguaje

Recupero con envidia un texto de Julio Cortázar; en el cual ejecuta con gran maestría un ejercicio de escritura que raya en lo loco, en lo infantil, pero que "le pega" a este misterio del lenguaje de crear palabras. En este caso  que parecen familiares pero que no existen.

La lectura tiene varios planos, al irla desmenuzando vamos notando el juego, vamos experimentando y proyectando el sentido de algo que parece no tenerlo.

Al final lo podemos leer dos o tres veces y terminamos igual, definiendo el texto con mil caras y acercándonos mas a nosotros mismos que al mismo texto:

"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias".

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